mayo 09, 2008

UÑA MEMORIOSA

Foto/ Ricardo Tegni

HUGO FOGUET
.. ............. ....Por Inés Aráoz

-Cuando en 1976 yo empezaba a construir esta Casa-Barco, de cuyo centro emerge una poderosa araucaria más que centenaria, HF visitaba en Nara, Japón, el Santuario Kasuga. Parte de su experiencia quedó registrada en su cuento NAUFRAGIO, uno de cinco, incluido en CONVERGENCIAS, libro publicado póstumamente por Ada Korn, en diciembre de 1896.
Allí, en NAUFRAGIO, el personaje del piloto, “cuando el buque era una hoja en la tormenta y todo hacía presagiar un final desastroso”, recuerda “ese santuario del
que tan sólo retenía el árbol que emergía de una de las construcciones”... “el cedro, cuyas ramas y tronco emergían del techo de una construcción marginal al santuario, era, sin duda alguna, un kami: la residencia o manifestación de un espíritu”...


-Digo esto no sólo porque el ENCUENTRO -es lo que fue- que se produjo entre nosotros pertenece al orden de lo real, sino también porque -y quizás por lo mismo- estuvo signado por la escritura.
-Creo que, en relación con la vida, hay dos órdenes: el de la realidad, tangible, mensurable, y el de lo REAL, inefable, poético, del que no se puede hablar, salvo en lo poético, en la escritura.

“Es un amor que no puede ser contado”
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“El amor de dos poetas, solos, en el centro del poema”

(“HF” I, Inés Aráoz)


-Encuentro que para mí fue central, de una gran claridad que iluminaba no sólo el pasado sino el porvenir.

“encuentro que a todos mis pasos daría cabida, y a tales evoluciones, y cuya fantástica luz (Tucumán, Tucumán, Tucumán, tucumanes y tucumanes) del propio centro hace comienzo. Ese encuentro, digo, empezó como una novela: PRETERITO PERFECTO, de Foguet, pequeño fuego.”
(LA COMUNIDAD, Cuadernos de Navegación, Inés Aráoz, Grupo Editor Latinoamericano, Bs.As.,2006, XII, pag. 52)


-En noviembre del 83, HF me regalaba un original de PLAYAS, con la siguiente dedicatoria: “a Inés/ que vive con Nicolás y Saint-John Perse/ en una casa blanca atravesada por un árbol/ el autor/ le dedica estos originales/ deseándole/ a ella/ su hijo/ y su poesía/ lo mejor”

-HF era un urdidor de tramas (yo le decía el Mago), de increíble memoria (fotográfica), acostumbrado a hablar con sus personajes, ya que lo que contaba, lo contaba desde “adentro”. Probablemente en su imaginación, me había previsto como personaje (Amanda Wolker) de su novela inconclusa, inspirada en la vida de Víctor García, el director de teatro. Es un poco lo que cuento en VIAJE DE INVIERNO, publicado por El Imaginero en 1990 (También El Imaginero publicó NAUFRAGIOS, los poemas de HF, póstumamente, en 1985. Ese año, asimismo, salió mi libro MIKROKOSMOS en El Imaginero). Tal como digo en VIAJE DE INVIERNO (p.83), ya todo (en la escritura) estaba previsto.

-Y esta casa-barco, apta para navegaciones, con su airoso mástil y reservorio de ofrendas de todos los viajes y navegaciones, espíritu siempre presente en HF, fue, junto a Nicolás, mi hijo -entonces de 12 años, y a quien HF llamaba ‘mi perfecto secretario’- y a mí, su último embarco.

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Viaje de Invierno - Fragmento

“La infinita mirada en el cuerpo infinito del amado.
Una claridad sin nombre me viene de su cuerpo y me hace sonreír como antaño las travesuras intimistas de Schumann o Bach inventando, la risa de Juan Cristóbal mirándose las uñas.


Nada hay más perfecto y más fugaz que el amor. Insistencia, voracidad, intensidades del amor no regido por el parentesco, más bien los extranjeros y el arrebujo, el trance cálido del otro. Nada queda del amor cuando el amante muere, porque ninguna otra cosa había en el amor salvo el amante, extranjero, eternamente desposeído.
Cómo no amar, cuando se mira, al Extranjero! El hombre sin morada, sin acento, viajero de los templos.
Ningún mar, ninguna playa le da asilo. El hombre sin morada, sin acento, viajero de los templos, siempre agónico. Rondando por los templos, siempre agónico. El amor, ese extranjero. No hay amores posibles y amores imposibles. Lo imposible es el amor.
El amor, ese extranjero, ese soplo.
Otra vez la sed viejo marino, montada tal vez en el hongo depredador del ajenjo, encarnizada lucha es el amor, por la muerte acaso no, pero qué otra palabra que no sea muerte puede alcanzar ese definitivo afán.
La impaciencia del amor, la gran paciencia del amor, la frase torturada del amor (cómo decir te amo cuando se ama).
Lo imposible del amor, el amor de uno desnudo, más aún desnudo, el alma de uno ese volumen opalescente y siempre en fuga. Algunos dicen: no existe el amor, corazón de la aventura y el secreto ondulante de la muerte, horizonte de luz sobre la esfera. Es el amor. He visto cuerpos y he prestado mi atención a todos los relatos, los de guerra y de dolor, los del sexo y de la muerte.
Cuerpos dondequiera, dondequiera cuerpos: el cuerpo del amor.
El cuerpo imposible del amor.


HOMBRE CON HACHA CRUZA AVENIDA
Es el cuerpo imposible del amor.


Otra vez el Extranjero, viejo marino. Por qué lloras al amigo muerto? No hay filiación para el amor. Extranjero, ah extranjero! Ah!


Está el día y la noche, mis días y mis noches, nada de eso, portento del silencio, nada de eso y esta razón tan terrena, más que eso, tan de este mundo y hasta último momento arrebujándonos: que la dirección de los acontecimientos, que la intencionalidad del universo, que la integración de los circuitos y la conformación de mi sociedad. Y por fin la muerte. Aceptar las máscaras, una tras otra, sin escándalo ni compromisos. ESTE SILENCIO ORTODOXO DE LA RAZON PARA LA VIDA.”

(“Viaje de Invierno”, Inés Aráoz, Ed. El Imaginero, Cuadernos de poesía y crítica, Buenos Aires, 1990, páginas 102-103)

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