febrero 20, 2009

NARRATIVA : JORGE HIRSCH



Nació en Buenos Aires el 27 de Marzo de 1956, escribe poesía y es miembro de la Fundación Argentina para la Poesía. Tiene editados tres libros de poemas y participó de varias antologías.




............EL HOMBRE Y LOS PERROS

Apenas sintió los ladridos, comenzó a correr.
La espesura del bosque le negaba al sol penetrar con sus lanzas doradas los secretos ocultos.
El hombre corría desesperado para evitar a sus perseguidores, a quienes presentía cercanos.
Mientras avanzaba, el filo de la espesura laceraba su piel hasta que comenzó a derramar su existencia por las heridas abiertas.
Por el esfuerzo, las piernas fueron perdiendo, poco a poco, elasticidad y la agitación de la respiración retumbaba con la intensidad de una cascada por toda la floresta.
Corrió durante varias horas hasta que el cansancio terminó por someterlo y lo que quedaba de él, cayó inconciente sobre el manto confuso del bosque.
Cuando los perros llegaron, olfatearon con desesperación entre las hojas caídas, sin advertir, que el hombre ya había sido devorado por el hambre implacable de la naturaleza.




.........EL VENTARRON

El viento cortaba a filo las primeras horas de la mañana. Juan se puso la boina para cubrir la despojada cabeza y luego de saludar a la mujer se atrevió a la inclemencia del invierno.
En la mano derecha colgaba su maletín, mientras que con la izquierda, intentaba retener el ímpetu volador de la gorra.
A cada paso, debía hacer un esfuerzo sobrenatural para no ser derrotado por las ráfagas cada vez más intensas.
Pronto se dio cuenta del peligro que corría si no hacía uso de sus brazos para no dejarse vencer por el ventarrón. Decidió abandonar el maletín y dejar la gorra a la buena del tiempo.
Fue en ese instante que los dioses soplaron todos al unísono sobre la ciudad, para sorpresa de algunos curiosos que desde sus ventanas observaban la escena, vieron como el maletín y la gorra caían a plomo sobre el suelo, mientras el cuerpo de Juan, salía despedido como un pájaro descontrolado a merced del capricho de Eolo.

......................*** * ***

Esteban dejó el saco en el respaldo de la silla y se sentó frente a Ricardo. Dio un puñetazo sobre la mesa y le preguntó que carajo quería. Ricardo no le contestó, lo miró a los ojos, levantó la mano derecha que estaba apoyada en su regazo y apuntó a Esteban, con la cuarenta y cinco, a la altura del entrecejo. Sin decir una palabra le disparó en la frente.
—Esto quería hijo de puta. —Dijo en voz alta—. Tu vida, tan solo tu miserable vida.

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